La tensión geopolítica en el hemisferio occidental se intensifica. Estados Unidos ha desplegado cerca de tres destructores guiados clase Aegis (USS Gravely, USS Jason Dunham y USS Sampson) frente a las costas de Venezuela, acompañados por un contingente militar de aproximadamente 4.000 marinos y soldados, además de aviones de espionaje y al menos un submarino de ataque.
La administración de Donald Trump sostiene que esta operación es parte de un esfuerzo más amplio para combatir narcotraficantes a escala regional, designados recientemente como organizaciones terroristas por Washington. La Casa Blanca ha afirmado estar “dispuesta a usar todos los elementos de su poder” en esta lucha.
Venezuela, por su parte, ha rechazado las acusaciones de narco-terrorismo y ha respondido con la movilización de 4,5 millones de milicianos, según señaló el presidente Nicolás Maduro, describiendo el despliegue como una “amenaza al orden regional”.

El almirante retirado James Stavridis, excomandante del Comando Sur de Estados Unidos, describe el despliegue como una “señal bien fuerte a Nicolás Maduro”, mientras recalca que los destructores Aegis —con capacidad ofensiva avanzada, misiles Tomahawk, inteligencia naval y aérea— representan una fuerza simbólica más que una acción inmediata.
El ex vicealmirante John Miller, responsable anterior de la Quinta Flota de Estados Unidos, considera que la misión va más allá de la mera interdicción de droga: “No creo que estén disparando misiles a los narcotraficantes; más bien recopilan inteligencia y envían embarcaciones para abordar buques sospechosos”, y remarca que esto envía “una señal fuerte a Maduro”, articulando una estrategia de presión sostenida.
El despliegue actual tiene características militares claras: buques clase Aegis, misiles de alcance profundo, submarinos y aviones de vigilancia. Aun así, los analistas descartan que se trate de una invasión directa en estos momentos.
Este escenario recuerda, aunque de forma distante, la intervención de Estados Unidos en Panamá en 1989 contra Manuel Noriega; sin embargo, el contexto difiere significativamente: no hay acción terrestre ni orden presidencial explícita de invasión. Hasta ahora, la narrativa oficial se enfoca en la lucha contra el narcotráfico y la presión diplomática, más que en una operación de derrocamiento inmediato.
La presión de Estados Unidos sobre Venezuela continúa escalando, con un despliegue militar estratégico que busca desarticular redes de tráfico de drogas mientras envía una potente advertencia al régimen de Maduro. Aunque el uso de fuerza militar está en discusión, el escenario aún no es comparable a una intervención total como la de Panamá, pero se trata de un despliegue con una clara carga simbólica y de presión geopolítica.